Historias viajeras por Nadia
Hoy, en historias viajeras les comparto el relato de Nadia. Me contactó por Instagram y con mucho amor me compartió su historia, no solo que me encantó sino que con mi piel erizada logró hacerme sentir las mismas emociones que vivió, Espero lo disfruten tanto como yo.
Ojala pudiera tener siempre presente el aroma que sentí cuando salí del metro, en la plaza Puerta del Sol, en Madrid. Era aroma a nuevo. A ese libro recién comprado. Al café de la mañana. Al sol en otoño..
La gente iba y venía, algunos cantaban y otros sacaban fotos. En ese momento estaba en otro sitio..
Recorría las calles con una urgencia que me desconocía, con curiosidad, totalmente receptiva a todo lo que acontecía. Las callecitas angostas con edificaciones antiguas, paredes de colores, memoriales, monumentos, catedrales enormes, un palacio... tenía todo para que en la búsqueda en el gps, una se pierda, pero feliz.. Y al fin y al cabo es lo que unx busca, perderse un poquito.
Sin música, sin Netflix, mantenía conversaciones asiduas conmigo misma pero no siempre con resultados satisfactorios. Me cuestioné si lo que había hecho estaba bien, si todo iba a servir para algo y el porqué de mi decisión. Quizás solo había tenido una mala noche en una mala habitación.
Había llegado a Valencia dejándome sorprender pero sin mucha expectativa. Venía de una ciudad que estaba llena de energía, entusiasmada, pleno movimiento, juventud. Valencia me parecía salida de un cuento de caballería, enamorada de las torres y gargolas. Quizás con un estilo europeo que las demás ciudades no evidencian tanto. Parecía absurdo pero ahí caí que estaba en otro lugar, que había dejado la zona de confort para adentrarme en otras costumbres e idiomas que nunca había escuchado. Esa extrañeza lejos de ser excitante me desconcertó y me refregaban en la cara que estaba sola. Lejos de mi casa.
Lejos de lo fácil y la comodidad. Lejos de un mate... Ese fue uno de los momentos en los que había que arremangarse, respirar hondo y empezar a caminar, caminar y caminar. Llegué hasta un festival donde cantaba una chica con su guitarra frases como "a veces se me da vuelta tanta rebeldía, que difícil desaprender"... Dejé mi escepticismo y empecé a creer en alguna clase de señal cósmica que me decía que no estaba haciendo mal las cosas. Sentí que estaba cantando lo que tenía en la garganta y que de hecho, podía confiar más en mi de lo que yo pensaba. No todo estaba en los mapas y consejos de turistas.
Me reconfortó la comida. Me asombra que mucha gente cree que no puede viajar sola porque no podría ir a un restaurante sin compañía... Sí, me lo han dicho, es real. Cuando dejas esas cosas de lado te volvés más observadora, una intrusa de las conversaciones ajenas. Mientras aprovechaba para mandar mensajes a los míos, me imaginaba si la señora de adelante sería de ahí, o también viajaba. Si las amigas en la otra mesa hace mucho no se veían, si se habían extrañado o quizás festejaban alguna buena noticia. Escuchar hablar en otro idioma a un nene de unos 6 años me hacía reír y me generaba muchísima ternura.
No tenía nada que hacer, tenía mi libro en la mochila pero solamente quería mirar los lugares que ya había visto en videos de youtube, películas y fotos de google. Nada más y nada menos.
Comía churros y los mojaba en chocolate. Probé agua de Valencia, sangría y paella, mientras decidía si ir al jardín o a la playa, cuándo hacerlo y cuándo volver. Mis únicas preocupaciones.
Vivian estuvo en 3 países. Era brasilera, se fue a Irlanda y luego a España. Tenía 20 años, la humildad y la sonrisa enorme.
Nick era estadounidense, mantenía la curiosidad de un nene de 5 pero con 24, absolutamente adorable. Y si bien ninguno hablaba correctamente el idioma del otro llegamos hasta a hacernos chistes.
Nombro a gente que nunca vaya a leer esto, que quizás me haya olvidado, porque no hay fotos o una imagen que pueda plasmar lo que sentí y debo hacerlo. De gente que te sonríe sin conocerte y logra sacarte los miedos. Hasta de un abrazo en el medio de la calle, enteramente reparador. Quiero también recordar las virtudes de los que hacen del viaje de unx un recorrido agradable, divertido, conmovedor o inspirador. Con la ironía de ser ajenos, ignorando los temores que una podía llegar a atravesar, solamente con empatía y sencillez. Hay hermosas personas por el mundo..
Barcelona me encontró relajada y yo la encontré inmensa. Las edificaciones con tanta historia y soberbia me resultaban imponentes, como cuando me senté frente al mar. Era pequeña pero valiente. La satisfacción de haber viajado como había querido hace años atrás, me inundaba.
En esa última ciudad hice menos tours, caminé menos y no fui a donde todos me recomendaban que vaya. De hecho saqué menos fotos... pero comí cosas riquísimas, bailé hasta la madrugada, tomé vino y terminé mi libro en la playa.
Me volví con experiencias absolutamente sanadoras y enriquecedoras. Con la sensación de haber hecho un montón y a la vez de que me faltaron otras tantas.. Una ambigüedad preciosa.
Me volví con imanes que juntaran tierra en la heladera y también vestida con bufanda y guantes a un clima de 28°. Volví a la rutina pero también a mi cama... Me volví con todo esto en la mochila.. pero sobretodo volví con ganas de más viaje.
Nadia Silvetti